La tristeza. Es una emoción relacionada con la frustración. Representa la respuesta ante una pérdida o una situación difícil, dolorosa, que nos desborda, que nos produce impotencia e indefensión y, ante la cual, no vemos salida.
¿Qué desencadena la tristeza?
El principal desencadenante suele ser la pérdida de un ser querido, el rechazo o la ruptura de una relación; todo cambio que conlleve la pérdida de una situación a otra inferior, es decir, cuando sentimos que en ese cambio perdemos, la emoción que se manifiesta es la tristeza.
La enfermedad y la frustración que a veces genera el dolor, también son generadores de tristeza.
Las injusticias y los fracasos. Toda situación o entorno estresante ante el cual sentimos que no tenemos capacidad de reacción.
Y la soledad, cuando no es deseada, también es generadora de tristeza.
¿Cómo identificar si alguien está triste?
La tristeza es una emoción que a veces se camufla (véase el cuento de “La tristeza y la furia). No obstante, el síntoma más característico, es el desánimo. El llanto es otra característica habitual de la emoción de la tristeza, aunque bien es cierto, que no siempre le acompaña.
A nivel corporal ocurren cosas. Es habitual agachar la cabeza, llevar la mirada al suelo, bajar el tono de voz, los hombros caídos, lentitud en los movimientos, etc.
La pérdida de apetito y trastornos del sueño también son habituales cuando se transita la tristeza.
A nivel mental se focaliza la atención en la situación problemática. Hay falta de concentración hacia otras actividades y los pensamientos negativos son recurrentes.
A nivel conductual la persona se siente apática, abandona las tareas cotidianas y no siente ningún interés en las actividades sociales.
Para qué sirve la tristeza
La función principal es protectora. La tristeza activa el proceso psicológico que posibilita la superación de pérdidas, desilusiones o fracasos. Nos permite tomar distancia y/o tiempo para solucionar o buscar alternativas. Nos da perspectiva del suceso y también puede suponer una llamada de atención o de auxilio hacia las personas que nos rodean. La propia tristeza ayuda a empatizar con la tristeza de los demás
La tristeza es un recogimiento, un “mirar hacia dentro”. Sirve para parar y reflexionar; para procesar el dolor. Estos momentos de silencio son necesarios para adaptarnos al medio y conocernos mejor. Podemos utilizarlos como motor impulsor para hacer otras cosas y crecer como individuos. La tristeza mantenida en el tiempo puede desencadenar en depresión.
¿Qué podemos hacer para no perpetuarla?
Llora si te apetece, no te juzgues, date tiempo pero no te aísles, habla de lo que te pasa y comparte tus sentimientos, sigue cuidando tu aspecto y ¡sal a la calle!
Una vez identificada, procesada y transitada esta emoción totalmente necesaria, es necesario gestionarla de forma saludable para que no se mantenga en el tiempo y así evitar una depresión.
Si lo que ha provocado esta situación tiene solución, debemos orientarnos hacia la acción. Si es fruto de una situación que no tiene solución, como por ejemplo la muerte de un ser querido, debemos buscar el consuelo de la gente de nuestro entorno y compartir lo que sentimos. Las personas que nos quieren sabrán escucharnos y comprendernos. Expresar las emociones ayuda a superarlas.
La tristeza trae consigo niveles muy bajos de serotonina, que es el principal neurotransmisor del bienestar. Así que debemos subir estos niveles realizando cualquier actividad que provoque un cambio emocional.
Y, ¿cómo se hace eso?
Sencillo, que no fácil: cambiando el foco.
- Genera conscientemente tus pensamientos, busca entre tus recuerdos momentos alegres y felices que harán cambiar tu química.
- Ponte una película de humor que te haga reír, y si la película no consigue arrancarte una sonrisa, ¡ríe aunque no tengas ganas! La risa provocará el mismo efecto sanador.
- Practica ejercicios de relajamiento, los de visualización son magníficos. Visualiza una imagen, una escena, un entorno que te transmita paz y tranquilidad. En internet tienes montones de relajaciones guiadas que te ayudarán a conseguir ese estado de desconexión y a la vez de “conexión” contigo mismo/a.
- Realiza ejercicio físico de forma regular, caminar una hora al día te ayudará. El contacto con la naturaleza te hará sentirte mejor. Prueba a caminar descalzo/a por la hierba, mete tus pies en el agua del río, déjate arropar por la sombra de un árbol y luego abrázalo, ¡a mi me funciona!
- Comparte con la familia y/o amigos, ve al cine, al teatro, no dejes de socializar
¡Truco! Practica la gratitud. Piensa en las cosas por las que puedes dar las gracias y hazlo cada día. La sensación que se experimenta al practicar la gratitud es incompatible con la tristeza.
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