El miedo. Es una de nuestras emociones más básicas, reacciona en función de nuestros patrones, creencias o pensamientos.
¿Para qué sirve?
El miedo sirve para sobrevivir. Nos ayuda a alejarnos de situaciones para las cuales todavía no estamos preparados. Gracias a él nos retiramos ante la existencia de una amenaza (ya sea real o imaginaria). Nuestro bienestar depende de las decisiones que tomamos según la interpretación que hacemos de lo que ocurre a nuestro alrededor. El miedo ayuda a regular cómo de grandes deben ser nuestros pasos.
¿Cómo se manifiesta?
Cuando creemos que vamos a sufrir algún daño nuestro cuerpo se pone alerta y comienza a segregar adrenalina. Aumenta el latido del corazón, la presión arterial, la glucosa en sangre, la coagulación sanguínea, se detiene el sistema inmunitario, se paraliza el sistema digestivo, se dilatan las pupilas, se tensan los músculos, se relajan los esfínteres…, es decir. Nuestro cuerpo se prepara para el ataque o la huida.
¿Qué ocurre cuando esta situación se alarga en el tiempo?
Cuando la amenaza no es real o cuando ésta misma perdura en el tiempo, aparece lo que llamamos el estrés o la ansiedad, consecuencia del desgaste físico interior, de ese estado de alerta continuo o de ese miedo imaginario, ficticio, neurótico, no adaptativo, que se esconde entre los recovecos más profundos de nuestra mente. Cada vez que nos preocupamos por lo que ha pasado, está pasando o pasará, enviamos esta señal de alerta a nuestro cuerpo. También ocurre cuando nos enfadamos, cuando nos sentimos frustrados por tener que ir a trabajar y enfrentarnos al jefe, o a ese compañero que no nos gusta; cuando pensamos en lo difícil que es llegar a fin de mes o nos preocupamos por el futuro de nuestros hijos e hijas, es entonces cuando empieza el desgaste interno. Nuestro cuerpo tirará mientras pueda de reservas ¡es increíble su sistema para soportar altos niveles de estrés! y te engañará haciéndote sentir que «todo está bien», intentando reparar todo el daño que está ocurriendo por dentro. Pero llegará un día que se quebrará, que dejará de funcionar, ya no encontrará los recursos necesarios para reponer el equilibrio. Quizás ese día aparezca el primer día de pánico que sufrirás o esa primera señal de enfermedad grave en tu cuerpo, como son las alergias. Tu cuerpo, si no te paras, te parará.
¿Qué podemos hacer para superar el miedo?
- Respira, la respiración profunda activa el sistema parasimpático, haz respiraciones abdominales, respira conscientemente; la consciencia expande, la respiración también.
- Observa constantemente a tu cuerpo, cuando veas que una zona está tensa simplemente suelta, relaja, sé su cómplice.
- Estira tu cuerpo al levantarte. El saludo a los cuatro vientos puede ser una bonita manera de dar y darte los buenos días activando la respiración y estirando los músculos.
- Mejora tu dieta para que tu cuerpo tenga nutrientes y buenas reservas.
- Distingue los miedos reales de esos que sólo están dentro de ti. Deja de preocuparte por situaciones que no han sucedido o que sólo están sucediendo en tu mente. Aprende a OCUPARTE y olvídate de las PRE ocupaciones. No sirven para nada, pues nada útil haces antes de «ocuparte»
- Mantén siempre la esperanza, la ilusión y alimenta tus pensamientos de forma positiva. Abraza tus miedos y no dejes que te limiten, trasciéndelos.
¡¡Truco!!
Descansa y duerme. Una buena higiene del sueño puede ser la clave.
Cuando estamos relajados, las células, la mente y los músculos se expanden; y al estar expandidos permiten que las sustancias que necesitamos pasen por el cuerpo, restauren el equilibrio interior y nos mantengan tranquilos. Esto ocurre gracias a dos sistemas increíbles, el sistema simpático y el parasimpático. El primero se encarga de preparar el cuerpo para sobrevivir en esos momentos de peligro y el segundo se encarga de relajarte. Después de tener todo el día trabajando al sistema simpático, pues los «peligros» nos acechan en cada esquina, llega la noche y gracias al sistema parasimpático, reponemos el desequilibrio.
Fluye con la vida, en equilibrio y VIVE, deja que la vida fluya, pero sobre todo, fluye con ella…
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