Por si en este momento no te apetece leer…
“Déjame que te cuente, que hubo una vez…”
En un reino muy lejano, un rey que quiso poner a prueba la voluntad de sus súbditos. No se le ocurrió otra cosa que colocar una gran roca en medio del camino principal, obstaculizando la entrada al reino. Luego se escondió para ver si alguien la retiraba.
Los comerciantes más adinerados del reino y algunos cortesanos que pasaron, simplemente rodearon la roca. Muchos de ellos se quedaron un rato delante de la roca quejándose, y culparon al rey de no mantener los caminos despejados, pero ninguno hizo nada para retirar el obstáculo.
Entonces llegó un campesino que llevaba una carga de verduras. La dejó en el suelo y dando vueltas alrededor de la roca, buscó un modo de apartarla. Intentó mover la roca empujándola, pero no fue capaz.
Vio una rama de madera a un lado del camino y se le ocurrió hacer palanca sobre ella. Después de empujar y empujar, una y otra vez, la roca por fin cedió y el campesino logró apartarla del camino.
Mientras recogía su carga, se fijó que había una bolsa, justo en el lugar donde había estado la roca. La abrió y vio que contenía una buena cantidad de monedas de oro y una nota del rey que decía: “Cuando la voluntad está lista, los pies son livianos”. Te la has ganado…
“Y colorín, colorado… Los cuentos, nunca son terminados”
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