Dice la ciencia que las madres y las hijas tenemos una anatomía idéntica en la parte del cerebro encargada de las emociones y que por eso podemos llegar a sentir las cosas de la misma manera.
A priori, puede parecer que potenciaría la comprensión mutua, no obstante, también explicaría por qué a veces estas relaciones no son fáciles. El estar demasiado cerca en el plano emocional podría provocar un choque y con él, esa relación “amor-odio».
Os propongo un ejercicio que nos ayudará a reflexionar, sanar y crear vínculo.
Toma lápiz y papel:
- Piensa en aquellas cosas que no te gustan, no compartes o te diferencian de tu madre. Escríbelas en el orden en que vayan surgiendo.
- Ahora profundiza más y piensa en qué cosas sí te gustan, sí compartes y te hacen parecerte a ella. Escríbelas en el orden en que vayan surgiendo.
- Ahora tómate unos minutos y empápate de las sensaciones que vayan surgiendo.
- Retoma tu lista y reflexiona. Siente el poder que tienes de elegir. ¿Con qué cosas te vas a quedar? ¿Cuáles vas a dejar ir?
- Respira profundamente y siente el agradecimiento por todo lo que compartís.
- Llévalo a la acción.
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