«La habilidad de hacer una pausa y no actuar por el primer impulso se ha vuelto aprendizaje crucial en la vida diaria» D. Goleman
Uno de los grandes problemas que nos encontramos en la actualidad, es la dificultad para enfrentarnos a los cambios sociales y afectivos que se presentan de forma demasiado rápida para su asimilación. Encontramos con demasiada frecuencia personas que adolecen de habilidades y recursos como: tolerancia, asertividad, empatía…, cuando no, de un notable rechazo hacia ciertos grupos o hacia ciertas características personales, diferentes a las propias.
Recordemos qué son las emociones…
La emoción es la respuesta que damos cuando algo sucede fuera de nosotros y nos impresiona provocándonos alguna sensación. En los niños y niñas, al igual que en muchos adultos, las emociones rara vez son verbalizadas. Normalmente son expresadas a través del tono de voz, de la expresión facial y del lenguaje corporal.
Todos hemos oído en alguna ocasión separar a las emociones en positivas o negatvas. Bajo mi punto de vista, esto es un error. Las personas no somos malas por sentir rencor o deseos de venganza; lo que hace daño a los demás y a uno/a mismo/a es dejarse llevar por esos deseos. Por eso es importante entender nuestras emociones para poder manejarlas de una manera inteligente y saludable. Cuando somos capaces de reconocer lo que sentimos, entonces somos capaces de desarrollar habilidades para expresar las emociones y los sentimientos de una manera apropiada, en el momento adecuado y de un modo asertivo.
La clave para vivir emocionalmente sanos/as es identificar nuestras emociones, conocerlas y saber para qué sirven nos puede ayudar a aprender a gestionarlas.
A través de la relajación y los ejercicios de respiración tendremos un mayor conocimiento de nuestro cuerpo y de nuestra mente, mejorando así la creatividad y rebajando el nivel de estrés que suele estar muy presente en nuestra vida debido a las responsabilidades, al trabajo, a las relaciones, a la salud o a nuestra propia percepción alterada de la realidad.
¿Para qué sirven las emociones?
Como dijo Charles Darwin nos ayudan a sobrevivir, a prosperar y a evitar el peligro. Ante situaciones estresantes nos ayudan a tomar decisiones, a elegir para mejorar nuestra situación. También permiten que otras personas nos entiendan y que nosotros comprendamos a los demás.
Existen emociones primarias o básicas y emociones secundarias o complejas. Las primeras aparecen durante nuestro desarrollo natural y su misión es ayudarnos a sobrevivir. Dirigen nuestra conducta y favorecen las relaciones con los demás. Además estas emociones básicas o primarias nos sirven para defendernos o alejarnos de estímulos peligrosos o aproximarnos si son placenteros. Su función principal es mantener nuestra supervivencia; son adaptativas y nos inclinan hacia una determinada conducta. Se dan en todas las culturas, son universales; nos acompañan desde el día que nacemos hasta el final de nuestros días.
Las emociones primarias o básicas varían según el autor. Según Robert Plutchik, creador de “La Rueda de las emociones”, son las siguientes:
Alegría: es un estado de satisfacción con uno mismo y con las circunstancias en las que vive.
Confianza: es una posición de seguridad ante una situación determinada.
Miedo: es una incertidumbre que nos prepara para la huida, la evitación o el enfrentamiento, su misión es protegernos del peligro.
Tristeza: es un decaimiento anímico, nos permite tomarnos un tiempo para la introspección y la reconciliación con nosotros mismos, suele necesitar apoyo social.
Ira: es una respuesta ante una ofensa, nos ofrece los recursos para defendernos o atacar.
Sorpresa: nos empuja a pararnos y enfocar nuestra atención en lo imprevisto.
Asco o aversión: nos motiva a rechazar o evitar lo que nos puede perjudicar.
Anticipación: es una expectativa que creamos a partir de la experiencia o de la información que tenemos de situaciones anteriores y similares.
Las emociones secundarias o complejas, son las que se desarrollan a partir de las emociones básicas. Se necesita un grado de desarrollo cognitivo para que se puedan elaborar. Comienzan a desarrollarse cuando el niño/a tiene 2 o 3 años.
Robert Plutchik representó cómo la combinación de las emociones básicas generan otras emociones llamadas secundarias o complejas, y elaboró un gráfico bastante explicativo.
Algunos autores clasifican las emociones complejas en emociones morales y sociales.
Las emociones morales son normas basadas en principios válidos para todos los seres humanos mientras que las sociales son específicas de ciertos grupos.
Las normas morales persiguen el bienestar de todo el mundo, la satisfacción de sus necesidades y el respeto de los derechos fundamentales. Por ello, las emociones morales, surgen de la percepción del quebrantamiento de estos principios universales. Por ejemplo: la culpa, la vergüenza, el remordimiento.
Las emociones sociales son emociones complejas que se aprenden y que varían en función de las costumbres, normas y creencias sociales de una cultura. Por ello, cada cultura tiene emociones sociales que les son propias. Destacaré entre estas emociones sociales: orgullo, humillación, desprecio, arrepentimiento.
Es muy importante enseñar a nuestros niños y niñas a conocerse y valorarse e inculcarles valores basados en el respeto. La educación emocional también es parte de la educación y como tal debería ser impartida en todos los ámbitos: familiar, escolar y social. Eduquemos niños y niñas que sepan ser más felices, más creativos y mejores personas.
“No tengas miedo de tus miedos. No están ahí para asustarte. Están ahí para hacerte saber que algo merece la pena”. JoyBell
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